Me equivoqué. Da igual en que, son detalles. Lo que quiero destacar es la idea misma que equivocarse es la parte de la vida y nunca debo olvidar de identificar breves momentos entre todavía intentos y ya frustración. Los momentos cuando debo parar, observar el resultado de aquellos intentos y decir a mi misma lo siguiente: Me equivoqué. Sí, empecé con entusiasmo pensando que funcionaría. Pero no. Y lo acepto. Y debo actuar como adulta que soy. Afrontarlo con dignidad, con la cabeza bien alta, con respeto a si misma por seguir intentando, por no rendirme. Los mecanismos que aprendí desde infancia me - relativamente - ayudaban pasar las situaciones tan disfuncionales, pero ya que era pequeña y no tuve experiencia la que tengo ahora, no tuve la parte del cerebro (hola, neocórtex, como estamos) desarrollada ni de lejos, no pude yo entonces razonar, pensar lógicamente, buscar soluciones adecuados. Mi mente de niña me propuse algo cojo, retorcido, pero en aquel momento para sobrevivir eso era mejor que nada. Aquel momento físicamente no fui capaz de inventar algún mecanismo sano, eficaz, porque simplemente no tuve recursos necesarios para ello. Ahora sí que los tengo, pero sigo con aquellos soluciones que no solucionan nada. Ahora sí que puedo razonar. Y mi razonamiento actual debe constituirse en parar, observar el resultado de aquellos intentos y decir a mi misma lo siguiente: Me equivoqué. Ahora qué voy a hacer? De qué otra manera puedo solucionar? No me ayudará desesperarme, de caer en depresión, en adiciones como solía hacer todos aquellos largos años desde mi infancia. Ninguna de estas cosas me va a ayudar. Entonces, qué me puede ayudar? Ya no soy niña, ya soy adulta. Ya soy madura, lista, razonable, ágil. Brillante, vamos. Entontes, siendo tan brillante, qué voy a hacer?
Eso!
***
Tratar a mi misma como trataría a querido amigo. ¿Diría a él lo que digo a mi misma? ¿Pensaría de él como pienso de mi misma? ¿Juzgaría, criticaría a él, como lo hago conmigo misma? ¿Entonces, por qué tan a menudo soy cruel conmigo? Quizá, no soy yo, sino introyecciones de mi padre y mi abuela dentro de mí. No yo critico a mi misma sino ellos. Y lo único que ellos, esos voces internos, merecen es haber exorcizados de mí.
Eso!
***
Tratar a mi misma como trataría a querido amigo. ¿Diría a él lo que digo a mi misma? ¿Pensaría de él como pienso de mi misma? ¿Juzgaría, criticaría a él, como lo hago conmigo misma? ¿Entonces, por qué tan a menudo soy cruel conmigo? Quizá, no soy yo, sino introyecciones de mi padre y mi abuela dentro de mí. No yo critico a mi misma sino ellos. Y lo único que ellos, esos voces internos, merecen es haber exorcizados de mí.